Tomado de Opiniòn La Repùblica, jueves 4 de Julio de 2013
En
el último mes Cecilia López ha abierto un debate muy interesante sobre
la enseñanza de la economía. López retoma algunos elementos críticos
planteados por los estudiantes franceses. La enseñanza de la economía no
está respondiendo a las necesidades de la sociedad. Y, además, no
reconoce que todo discurso económico es intrínsecamente ético.
En su respuesta a Cecilia López, la decana de Economía de la
Universidad de los Andes, Ana María Ibáñez, muestra que en su Facultad
el porcentaje de profesores dedicados a la historia, al pensamiento
económico, y a los temas no convencionales, es relativamente alto. Esta
respuesta que hace énfasis en los aspectos administrativos, deja de lado
una reflexión conceptual más sistemática. El tema de los contenidos es
fundamental y esta discusión debe ser más explícita. Estoy de acuerdo
con Cecilia López en que no son adecuados ni los contenidos ni los
métodos de la enseñanza. Destaco los siguientes problemas inherentes a
la enseñanza actual de la economía:
Absolutización del libro de texto. La enseñanza de la economía le
ha dado una importancia desproporcionada al libro de texto. El efecto
correlativo de esta opción es el desprecio por la lectura de autores. Se
ha llegado hasta el punto de graduar economistas que nunca han leído a
Marshall, Keynes, Arrow, Hicks, para solo mencionar cuatro grandes
maestros. Como el libro de texto ofrece todos los niveles (micro I, II,
III..., macro I, II, III...), se piensa que el conocimiento de los
autores es irrelevante.
La separación artificial y dañina entre la micro y la macro. Los
problemas económicos son integrales y, por tanto, esta división no
debería existir. Esta fractura entre la micro y la macro que se
generalizó desde la segunda mitad de los años 70s, no ha permitido tener
una comprensión de los problemas relevantes.
La pretensión de la neutralidad valorativa. La teoría económica es,
por naturaleza, ética. Este principio que es clarísimo en los grandes
maestros del pensamiento económico, ha sido dejado de lado en la
enseñanza, hasta el punto de creer que la economía es una ciencia dura,
libre de valores.
La no-incorporación de las nuevas versiones de la teoría económica.
Las universidades suelen ser excesivamente conservadoras, y a pesar de
que varios de los últimos premios Nobel están proponiendo metodologías y
enfoques distintos, la enseñanza sigue anclada en el mundo
marginalista, expresado a través de derivadas parciales, de los años
cincuenta. No se observan cambios en el pensum. Hay temas fundamentales
que no se han incorporado a la enseñanza. Me refiero a dos: la geografía
económica (Krugman) y el diseño de mecanismos (Hurwicz). Los premios
Nobel en estas áreas han sido relativamente recientes. Nunca se
incorporaron en la enseñanza básica porque su visión de la sociedad y el
mercado revienta los modelos de equilibrio.
Hace falta interdisciplinariedad. La teoría económica contemporánea
no puede avanzar en las discusiones relevantes sin la colaboración de
las otras áreas del conocimiento. El ejercicio interdisciplinar no ha
sido la práctica usual. La teoría económica ha sido autosuficiente y
pretende pensar los problemas por fuera de las otras disciplinas.
La enseñanza de la economía va mal. Es necesario replantear los
contenidos de manera radical. En Colombia la discusión sobre el tema no
avanza, y los profesores ni los estudiantes no parecen estar interesados
en el asunto. Esta constatación es preocupante porque no tenemos
respuesta a la pregunta fundamental, que ya se hacían los pensadores
socráticos: ¿cómo convertir la riqueza en felicidad? Nunca antes el país
había tenido tantos excedentes (reservas, regalías, ahorro pensional,
inversión extranjera...), y hemos sido incapaces de transformar esta
riqueza en felicidad. Los síntomas de enfermedad holandesa son claros y
los territorios mineros sufren los males propios de las economías de
enclave. Mientras tanto, el Ministro de Hacienda insiste en las bondades
de la regla fiscal, que la endiosa como la expresión suprema de la
ciencia. Visto desde el ángulo de pensadores como Hayek, la regla fiscal
no sería más que un artificio de la ingeniería social.
Desgraciadamente, en las facultades de economía la regla fiscal se
enseña como si fuera la verdad suprema.